Una vieja historia zen cuenta que, una mañana, dos monjes caminaban por un campo rumbo a una aldea cercana. Al llegar a la orilla de un río, se encontraron con una mujer hermosa que miraba, desconsolada, la fuerza de la corriente. No se animaba a cruzar sola. Entonces les pidió ayuda.
Los monjes tenían prohibido tener contacto con mujeres. Para sorpresa del aprendiz, el maestro la cargó sobre sus hombros y se adentró con dificultad en el río. Al llegar al otro lado, la muchacha se alejó corriendo sin decir nada. Ellos continuaron su camino.
Cuando ya estaban cerca de la aldea, el más joven se sentía molesto: "Maestro, no puedo seguir callando lo que pienso. ¿Por qué cargó a esa mujer? Rompió las reglas y, además, ella fue muy desagradecida", dijo. El más viejo, que hasta ese momento había permanecido en silencio y concentrado en sus pasos, respondió: "Hace unas horas yo dejé a esa mujer en la orilla; tú, en cambio, todavía la sigues cargando".
Cargamos demasiadas tensiones en los hombros, tenemos demasiada basura en la cabeza.
¿Cuántas veces nuestra mente se queda atrapada en cosas del pasado? ¿Cuántas veces lo que nos dijeron a la mañana en la oficina nos sigue dando vueltas a la noche en la cabeza? Probablemente, incluso, los que nos lastimaron ya olvidaron sus palabras, pero nosotros seguimos aferrados a ellas, indignados, envenenados. Seguimos pensando respuestas no dichas, diálogos que no fueron, reacciones que no tuvimos.
Cuando ya estaban cerca de la aldea, el más joven se sentía molesto: "Maestro, no puedo seguir callando lo que pienso. ¿Por qué cargó a esa mujer? Rompió las reglas y, además, ella fue muy desagradecida", dijo. El más viejo, que hasta ese momento había permanecido en silencio y concentrado en sus pasos, respondió: "Hace unas horas yo dejé a esa mujer en la orilla; tú, en cambio, todavía la sigues cargando".
Cargamos demasiadas tensiones en los hombros, tenemos demasiada basura en la cabeza.
¿Cuántas veces nuestra mente se queda atrapada en cosas del pasado? ¿Cuántas veces lo que nos dijeron a la mañana en la oficina nos sigue dando vueltas a la noche en la cabeza? Probablemente, incluso, los que nos lastimaron ya olvidaron sus palabras, pero nosotros seguimos aferrados a ellas, indignados, envenenados. Seguimos pensando respuestas no dichas, diálogos que no fueron, reacciones que no tuvimos.
El estrés te provoca efectos que no conocés
¿Y qué nos pasa en el cuerpo? Nos ponemos tensos, nos estresamos y nos llenamos de toxinas. ¿Resolvimos algo? No, pero parece que no podemos escaparnos de esa telaraña hecha de tiempo y angustia.
No pasa una vez. Pasa mucho más seguido de lo que parece. A la mente le encanta quedarse enredada en estas situaciones. Cargamos demasiadas tensiones en los hombros, tenemos demasiada basura en la cabeza.
El estrés surge de que no somos conscientes. No estamos presentes en nuestra propia vida. Y cuando no estamos presentes, cualquiera puede entrar.
Una mente liviana y aguda
Observarnos es una forma de evitar quedar enganchados en el pasado. Nuestra mente es muy poderosa, pero requiere de atención. Así como no dejamos que la basura se acumule en casa, tenemos que sacar la basura de nuestra mente. Y esto es importante: no importa cuánta razón creamos que tenemos. Lo que no nos sirve, tiene que estar afuera.
Según algunas filosofías orientales, la mente es clave para determinar la forma en que interpretamos la realidad y actuamos después. Si la mente está perturbada, nuestra visión de los hechos va a ser confusa y vamos a actuar desde la irritación o el enojo. Si la mente está calmada y enfocada, nos vamos a desenvolver de una manera más paciente y acorde a cómo son las cosas.
Volver al presente implica estar más enfocados, allí nuestra mente se vuelve liviana y aguda.
Pero, ¿cómo aquietar la mente? Aquí aparece un problema: la mente no puede controlarse con la mente. La comprensión intelectual no alcanza. Existe, sin embargo, una herramienta muy eficaz: la respiración. Todos sabemos que necesitamos respirar para vivir, pero esa acción mecánica puede transformarse en un refugio. Inhalando y exhalando conscientemente durante unos minutos, cortamos la cadena de pensamientos y regresamos al presente.
Así reacciona el cerebro cuando respiramos profundo
Volver al presente implica estar más enfocados, allí nuestra mente se vuelve liviana y aguda y los problemas adquieren su verdadera dimensión, se vuelven menos pesados.
Lo importante es empezar a darse cuenta y a tomar consciencia. Nosotros elegimos si seguir con esa mochila que nos hace vivir condicionados o dejar de lado tanta carga innecesaria.
KAIROS CONSULTING
¿Y qué nos pasa en el cuerpo? Nos ponemos tensos, nos estresamos y nos llenamos de toxinas. ¿Resolvimos algo? No, pero parece que no podemos escaparnos de esa telaraña hecha de tiempo y angustia.
No pasa una vez. Pasa mucho más seguido de lo que parece. A la mente le encanta quedarse enredada en estas situaciones. Cargamos demasiadas tensiones en los hombros, tenemos demasiada basura en la cabeza.
El estrés surge de que no somos conscientes. No estamos presentes en nuestra propia vida. Y cuando no estamos presentes, cualquiera puede entrar.
Una mente liviana y aguda
Observarnos es una forma de evitar quedar enganchados en el pasado. Nuestra mente es muy poderosa, pero requiere de atención. Así como no dejamos que la basura se acumule en casa, tenemos que sacar la basura de nuestra mente. Y esto es importante: no importa cuánta razón creamos que tenemos. Lo que no nos sirve, tiene que estar afuera.
Según algunas filosofías orientales, la mente es clave para determinar la forma en que interpretamos la realidad y actuamos después. Si la mente está perturbada, nuestra visión de los hechos va a ser confusa y vamos a actuar desde la irritación o el enojo. Si la mente está calmada y enfocada, nos vamos a desenvolver de una manera más paciente y acorde a cómo son las cosas.
Volver al presente implica estar más enfocados, allí nuestra mente se vuelve liviana y aguda.
Pero, ¿cómo aquietar la mente? Aquí aparece un problema: la mente no puede controlarse con la mente. La comprensión intelectual no alcanza. Existe, sin embargo, una herramienta muy eficaz: la respiración. Todos sabemos que necesitamos respirar para vivir, pero esa acción mecánica puede transformarse en un refugio. Inhalando y exhalando conscientemente durante unos minutos, cortamos la cadena de pensamientos y regresamos al presente.
Así reacciona el cerebro cuando respiramos profundo
Volver al presente implica estar más enfocados, allí nuestra mente se vuelve liviana y aguda y los problemas adquieren su verdadera dimensión, se vuelven menos pesados.
Lo importante es empezar a darse cuenta y a tomar consciencia. Nosotros elegimos si seguir con esa mochila que nos hace vivir condicionados o dejar de lado tanta carga innecesaria.
KAIROS CONSULTING
No hay comentarios:
Publicar un comentario